¡Jakon Yamekiri!, ¡Buenos días! en idioma Shipibo.
Mi aprendizaje vital sigue creciendo, al igual que mis humildes aportaciones a las comunidades indígenas de la Amazonía peruana. He tenido la suerte de conocer in situ la vida del pueblo étnico shipibo. He descubierto formas de vida, tan alejadas de la mía, que han hecho replantearme pilares básicos del mundo occidental. Ha calado hondo esta salida por las comunidades nativas del río Ucayali. Ha sido fascinante poder observar la lucha interna por conservar la identidad de un pueblo, y no permitir la invasión e influencia del estilo de vida colono. El concepto de “comunidad” aquí cobra el mayor de sus sentidos. Nunca había presenciado un espíritu de generosidad de tal magnitud. Todo está organizado, los comuneros participan en las decisiones de la comunidad mediante asambleas celebradas en el salón comunal. Tienen sus propias leyes, y por consiguiente, sus propios castigos para quienes cometen delitos, como el aislamiento. Se respira paz, respeto, compañerismo, olor a pura naturaleza mezclado con el olor a quemado, propio del cultivo indígena de roza, que consiste en transformar el bosque natural en bosque cosechable, el cielo se ve estrellado como nunca había ni siquiera imaginado, sin ninguna contaminación lumínica, el sonido de los animales es persistente durante la noche, y la sonrisa siempre está dibujada en el rostro del nativo. Me he sentido envidiado por los amantes de la astrología, biología, antropología y otras ciencias a fines con la vida amazónica.
Había varios motivos para realizar este viaje. En primer lugar, acompañar a los estudiantes de cuarto y quinto año, de la carrera de educación bilingüe, en el inicio de sus prácticas pre-profesionales. Previamente tuve la oportunidad de impartirles una charla sobre detección e identificación de trastornos en el neurodesarrollo infantil. En segundo lugar, colaborar en la entrega de juguetes a niños escolares, de las comunidades nativas, dentro del proyecto “un juguete, una ilusión”, financiado por Radio Nacional Española y la Fundación Crecer Jugando. Y por último, conocer otras realidades. Todo ello, ha hecho que siga aún más convencido en la defensa y en el etnodesarrollo de los pueblos originarios de la Amazonía.
La felicidad que transmitían los niños cuando recibían el juguete ha sido la mayor satisfacción y recompensa que he recibido desde mi llegada al Perú. Imborrable en mi memoria, al igual que el esfuerzo que hacen los alumnos/as de prácticas sólo para llegar a su lugar de trabajo. Tienen que cargar, en el barco, todo lo necesario para vivir en la comunidad indígena de destino durante 2 meses. Dormir en el barco, para evitar robos y poder salir a primera hora de la mañana. Navegar durante varias horas en el mejor de los casos, algunos hasta varios días, descargar sus pertenencias, víveres y otros utensilios para sobrevivir en la comunidad, desafiando a la climatología y a las desavenencias del río Ucayali. En esos momentos, recordaba lo fácil y cómodo que fue para mí el inicio de mis prácticas fin de carrera.
Desde mi punto de vista, como aspecto a desarrollar, es la falta de conciencia y educación ambiental con respecto al manejo de desechos. Observé plástico, metal y vidrio por mitad de las comunidades. En algunas, había un cubo de basura que no se utilizaba correctamente. En otras, un hombre pasaba, con una carretilla, recogiendo basura pero me preguntaba, ¿cuál sería el destino de los residuos sólidos, sino existen empresas recicladoras en esta zona? Tal vez, terminen enterrados o quemados, conllevando una contaminación del agua, del suelo y de la capa de ozono según el caso. La materia orgánica suelen reutilizarla para abono en los terrenos agrícolas. De todas formas, pienso que todavía hay mucho por hacer para proteger los ecosistemas amazónicos y para reducir también el elevado número de enfermedades hídricas entre la población indígena.
Otro asunto lamentable para la conservación de la selva amazónica es la tala indiscriminada de árboles para la obtención de madera. Las empresas madereras sobrepasan los límites legales establecidos, aprovechándose de la falta de vigilancia y el poco empoderamiento de los pueblos indígenas amazónicos.
Tras regresar a la Universidad de Nopoki, he retomado las intervenciones psicológicas individuales y el refuerzo académico, con un aumento notable en el número de demandantes y he iniciado un taller de inteligencia emocional y de teatro. Este último, lo hemos incluido en la unidad didáctica de una asignatura que se prolongará hasta finales de curso, culminando con una representación teatral sobre relatos de las diferentes etnias amazónicas.
Os dejo una foto con dos niños vestidos con la vestimenta originaria e identificativa del pueblo Shipibo.
¡Kabano! Adiós en idioma Shipibo.
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1 comentario
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Jueves, 13 Octubre 2016 10:06
publicado por Dpto. Cooperación
Espero que sigas aprendiendo y estamos seguros desde el Departamento de Cooperación que tu aportación a la comunidad a través de tus conocimientos en psicología será muy positiva. Sigue así, aprendiendo y aportando desde la humildad. Un abrazo.