Voluntariado Joven 2013

Domingo, 2 de febrero de 2014

Después de un primer fin de semana de limpieza a fondo y compra de equipamiento para la que iba a ser mi casita durante mi voluntariado, estaba deseando que llegara el segundo para aprovecharlo de un modo mucho menos pesado y aburrido.  Sin embargo, el sábado amaneció muy lluvioso y oscuro, y así siguió durante el resto del día, por lo que ese día no pude salir, aunque sí holgazanear un poco, que de vez en cuando no viene nada mal. Por suerte, el domingo la lluvia y sus nubes nos dieron una tregua y la mañana empezó con un sol inmenso que cubrió la ciudad durante todo el día y que invitaba a salir a todas y todos de nuestras casas. Y así hice yo al fin, con cámara en mano me aventuré a perderme por las callejuelas de la medina de Chaouen con los ojos como platos para no perder detalle alguno.

La medina estaba repleta de vida, todas las tienditas abiertas ofreciendo de todo un poco y provocando la mezcla entre el olor a especias, a aceitunas y a cuero, la plaza central hasta arriba de puestecitos con artesanías y un montón de relaciones públicas intentando conseguir atraer a los turistas a su restaurante o café y muchos turistas. Ya me habían dicho que Chaouen era muy visitada, tanto por extranjeros como por marroquíes, que lo habitual era ver mucho turismo, especialmente los fines de semana, y que a medida que avanzara el año, con la llegada del buen tiempo, cada vez habría más y más. Esto fue lo que menos me gustó del paseo, la gran cantidad de turistas y el consiguiente marroquí pesado que intenta convencerte para que entres en su tienda y le compres algo, y es que yo recién llegada a Chaouen era una turista más a la que acechar.

Afortunadamente, a medida que te alejas del centro de la medina, de la Plaza de las Palomas, el agobio es menor, por lo que pude empezar a disfrutar de verdad del paseo, me encanta observarlo todo, desde los dibujos del suelo del camino hasta la maceta que cuelga de una ventana, desde el viejito que con paciencia y esfuerzo sube una empinada cuesta hasta los niños que entre risas juegan al pie de unas escaleras. Y es que a mi todo me parece especial y digno de mirar, y más cuando tengo la suerte de estar en un lugar que es totalmente nuevo para mí. Deberíamos observar más, algo que en nuestro mundo de estrés y prisa muchos hemos olvidado hacer, mirar lo que nos rodea y disfrutar de los pequeños (y grandes) detalles de nuestro día a día.

En fin, esta caminata de subidas, bajadas, escaleras no aptas para impacientes y alguna pausa, duró varias horas, y estuvo sobre todo, llena de azul, y es que Chaouen, por si no lo sabíais, es el pueblo azul de Marruecos, porque su azul lo encuentras en las puertas, en las ventanas, en las paredes, en el suelo, ¡en todas partes!

Me encantó este primer paseo…

  
    Puerta pintada que da la bienvenida a Chaouen            Una bicicleta en pleno laberinto de la medina

                  Linda entrada a una casa                                          Pasillo que conduce a una casa

                                                        Puerta azul de Chaouen

    Una pensión con el nombre de nuestra ciudad :)                              Niños jugando en la calle

           Otra entrada a una casa en Chaouen                                Una calle escalonada en Chaouen